domingo, 15 de noviembre de 2015

Dame una sonrisa que yo puedo con todo


Decía un dicho popular que nadie es tan pobre para no poder regalar una sonrisa ni tan rico para no necesitarla  y, aún, no he conocido a nadie que no esté de acuerdo con tal afirmación. Las sonrisas casi siempre son agradables: es como si, al recibir una, viniera con ella también un halo de energía positiva que provoca en nosotros distintas emociones.
La emoción que puedes llegar a sentir al recibir una sonrisa depende, fundamentalmente, de dos factores: por un lado, qué supone la otra persona para ti; por otro lado, cómo te encuentras en ese momento. En cualquiera de los dos casos, una sonrisa puede calmar, curar, animar, alegrar, abrazar e incluso, en pequeñas ocasiones, doler.

“Ríete de la noche, del día, de la luna, ríete de las calles torcidas de la isla, ríete de este torpe muchacho  que te quiere, pero cuando yo abro los ojos y los cierro, cuando mis pasos van, cuando vuelven mis pasos,niégame el pan, el aire, / la luz, la primavera, / pero tu risa nunca / porque me moriría.”
(Pablo Neruda)




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